Dom. 19. May 2024, Santa Fe - Argentina
Opinión

VUELA, AMOR PERDÍA... (Rodolfo O. Gianfelici)

VUELA, AMOR PERDÍA... (Rodolfo O. Gianfelici)

SANTA FE-ARGENTINA (por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare)  Recientemente falleció Amor Victoria Perdía. Casada con Dante, eran padres de dos hijos, y estaban radicados en La Plata.

Hija de Amor Amatti y de Roberto Cirilo Perdía (en Foto junto a su hija, décadas pasadas). Padres de histórica militancia en el peronismo; ella, con un bajísimo perfil; él como uno de los conductores de Montoneros.

Nacida en 1973, tenía 50 años; escritora e historiadora. Atravesada por una particular historia; como la de cientos, o miles de hijos de padres revolucionarios. La militancia de sus padres la llevó a tener una infancia especial; casi sin quietud y sin aferrarse a lugar o ciudad alguna. La clandestinidad de sus padres le impuso sus lógicas y obligadas condiciones; el estar silenciados; el permanecer en alerta; el estar obligados a no poder asumir la verdadera identidad; al exilio.

A enterarse desde muy pequeña que debía estar con terceros (entre ellos en la Guardería Montonera, en La Habana), porque sus padres luchaban por una Argentina mejor. Allí compartió momentos extensos con otros chicos en la misma situación.

Ella era la hija de Amor y de Roberto; padres como los otros padres de sus compañeritas y compañeritos. Tiempos en que muchos de esos padres no regresaban.

Vivió su infancia en el exilio (en varios países además de Cuba), cuando sus padres debieron salir de Argentina. Regresó en 1983, permaneció dos años con una abuela. Volvió a irse del país para retornar definitivamente en 1986.

Cursó los estudios secundarios en Argentina, en una época en que el gobierno radical y los medios hegemónicos (al compás de la embajada estadounidense) habían instalado en el país el reinado de la teoría de “los dos demonios”.

Donde los responsables del terrorismo de estado, y los responsables de la resistencia y lucha contra la dictadura, eran igualados. Equiparados.

Y entre ellos –como un demonio- estaba su padre Roberto.

Eran tiempos en que reconocerse, identificarse o reconocer a los montoneros era poco menos que convertirse en un “subversivo”, un “terrorista”. Esa política en plena democracia fue una claudicante continuidad de lo instalado por los dictadores. Había que silenciarse, callarse.

En el caso particular de Amor Victoria Perdía ello significó –seguramente- un golpe, como el que deben haber sufrido otros chicos y jóvenes en su misma situación. Padres que en el exterior eran reconocidos como resistentes a una banda y sector social de criminales, pero que en el país eran señalados con el dedo, aislados, silenciados, acusados, destratados.

Luego llegó el indulto; pero se trató solo de un cambio ‘administrativo’. Porque a nivel social y especialmente político y mediático el engaño se mantiene firme. Todavía el poder dominante –cada vez más derechizado y violento-, controla férreamente esa lamentable ‘historia oficial’. Inclusive desde la misma democracia existen voces de la derecha y el neoliberalismo que reivindican a los criminales, a los ejecutores de la dictadura cívico-militar. Con tanto poder que no se puede correr el velo y re-escribir la historia argentina. Tanto es así que los responsables ideológicos de esa violenta etapa, la parte civil, sigue sin ser identificada como grupo social, con nombres y apellidos, y –lo principal- sin ser juzgados y condenados.

Amor Victoria Perdía se ha ido; vuela seguramente observando a la Argentina de 1973 cuando nació; sus vivencias en Cuba. Perú, España y México; y ese mirar preocupante de esta realidad argentina.

Jamás renegó de las militancias de sus padres, pero siempre dejó en claro que ella era ella misma; con sus vivencias, sus luchas, sus alegrías, sus tristezas.

Una querida docente y profesora de Historia que estudió en la Universidad Nacional del Litoral. Que publicó libros. Que era madre, hija y compañera.

Que vuele alto... Fuerza a sus seres queridos.