Jue. 28. Mar 2024, Santa Fe - Argentina
Editorial

UN CRIMEN QUE DEBERÍA ESCANDALIZAR A SUD AMÉRICA (Rodolfo O. Gianfelici)

UN CRIMEN QUE DEBERÍA ESCANDALIZAR A SUD AMÉRICA (Rodolfo O. Gianfelici)

SANTA FE-ARGENTINA  (por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare)  La noticia, breve, escueta daba cuenta de un nuevo crimen en Colombia. Un hecho que –lamentablemente- no sorprende a nadie.

El tema era que la víctima resultó ser Marcelo Pecci, un fiscal paraguayo especializado en crimen organizado, que llevaba adelante la mayor investigación de su país sobre lavado de dinero proveniente del narcotráfico. El hecho se produjo en Cartagena, en plena luna de miel.

Integraba la Unidad Especializada de Lucha contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico. Fue baleado desde dos motos de agua en playas de la isla de Barú.

Se habían casado el pasado 30 de abril, y recientemente su cónyuge había anunciado que estaba embarazada.

Tanto el presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, como su par colombiano, Iván Duque, condenaron el asesinato.

Hasta allí se podría sintetizar un hecho policial. Pero estamos ante un caso inédito que representa un punto de inflexión en cuanto al crimen organizado continental. La arrogancia del crimen decidió no respetar fronteras y actuar con total impunidad, involucrando a otro país en una acción verdaderamente terrorista.

Porque esta muerte pretende instalar el terror en el interior de la justicia; o por lo menos para aquellos magistrados que –estando en una situación de constatable minoría- trabajan para poner freno al avance de las organizaciones criminales.

El crimen organizado no solo actúa dentro de las fronteras de Paraguay, sino que no ha dudado en trasladar esa realidad dentro de las fronteras (en este caso) de Colombia. La existencia y funcionamiento de estos grupos no son una ‘exclusividad’ paraguaya. Lo demuestran las situaciones de todos y cada uno de los países del continente (excepto Cuba, Nicaragua y Bolivia).

Esta acción demuestra que no existen fronteras, ni límites, ni temores para estos grupos. Con el crimen de Pecci decidieron poner un ‘límite’ a sus acciones (hasta ahora) encrerradas entre fronteras.

Demuestran poseer inteligencia, organización, logística, coordinación, información y objetivos. Demuestran que están varios pasos delante (en cuanto a acciones delictivas) de estados que tratan de correr detrás de los problemas, que ellos mismos dejaron existir, crecer y enquistarse.

El crimen organizado atraviesa las sociedades; atraviesa los negocios constructivos-inmobiliarios; atraviesa actividades financieras; atraviesa campañas políticas; atraviesa actividades deportivas profesionales; atraviesa producciones agro-ganaderas; y unas cuantas actividades que son vistas y presentadas como legales.

El crimen organizado atraviesa el narcotráfico; atraviesa la trata y tráfico de personas; atraviesa el lavado de dinero; atraviesa el narcotráfico; atraviesa el contrabando; atraviesa el tráfico de armas; atraviesa las actividades financieras; y otras actividades que son lisa y llanamente delictivas.

Las dictaduras continentales de los años ’60, ’70 y ’80, fueron apoyadas por gobiernos, organizaciones, y grupos de poder de EEUU, Europa, e Israel. Actuaron coordinadamente y tuvieron su Plan Cóndor.

Los gobiernos neoliberales y derechistas de los años ’80 en adelante, fueron apoyados por EEUU, Europa, Israel y sus herramientas de dominación financiera (FMI, Banco Mundial...). Esos mismos gobiernos alimentaron a la decadente OEA y hasta crearon herramientas (Grupo de Lima...) para darle un barníz ‘diplomático’ a sus fechorías.

El Consenso de Washington ideó una etapa post-dictaduras para el continente, para lo cual descartó a los militares sirvientes y criminales, para reemplazarlos por políticos amigotes y administradores del hambre en cada nación. Por un lado, no dudó en abandonar a sus baratos empleados uniformados, mientras protegía a los principalísimos ideólogos y ejecutores de los planes económicos, usuales vestidores de trajes y corbatas.

Pero a la vez, creó nuevas herramientas de podredumbres internas, verdaderas bombas de tiempo, como fueron el ‘capacitar’ en las peores corrupciones a las fuerzas policiales (provinciales o estaduales).

La realidad está a la vista, con policías de todos los niveles y en todos los países del continente (excepto en Cuba) que aparecen involucrados no solo de acciones delictivas, sino integrados al crimen organizado.

Con medios de comunicación transformados en panfletarios de la ultraderecha y el neoliberalismo. Con la justicia cooptada y al servicio de la persecución y la complicidad con los grupos de poder.

Ahora, casi como un paso más de este programado plan de dominación, se asiste a “un salto de calidad” en cuanto a la criminalidad, con una imitación del Plan Cóndor, pero no a nivel ideológico (como en los ’70 y ’80), sino a nivel criminal.

Todo tiene que ver con todo. No existen hechos aislados.