Jue. 28. Mar 2024, Santa Fe - Argentina
PrensaMare en el mundo

LOS MENSAJES DE CRISTINA A FIN DE 2022 (Rodolfo O. Gianfelici)

LOS MENSAJES DE CRISTINA A FIN DE 2022 (Rodolfo O. Gianfelici)

https://suramericapress.com/los-mensajes-de-cristina-a-fin/

SANTA FE-ARGENTINA (por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare)  En épocas actuales de crisis mundial, de recomposiciones regional, y de claudicaciones nacionales, Cristina Fernández emerge como una ‘diferente’.

No es una novedad; el odio neoliberal, fascista y antiperonista se han encargado de demostrarlo de manera fehaciente (hasta de forma delictiva e inmoral) desde hace varios años.

Si el sistema dominante necesitó de dictadores y criminales, apoyados por civiles (claro) en los ’60 y ’70, luego de un ‘aire democráico’, se reconvirtió para disponer de una sociedad integrada por el poder económico-financiero y el comunicacional, al que sumaron al Poder Judicial, para garantizar una profundización de ese dominio.

Esta es la realidad del nuevo siglo 21. Donde los movimientos nacionales, populares, progresistas, de cambio, que llegan con el voto democrático, se ven imposibilitados de llevar adelante sus programas. Inclusive, se ven impedidos hasta de gobernar.

Están siendo rehenes de esta nueva sociedad que es lisa y llanamente, una continuidad (con otros medios) de lo que hicieron aquellos criminales y dictadores de los ’60 y ’70...

Alguien podrá decir que pese a los cambios de dictaduras a democracias, el que perdura es el FMI. Y tiene razón; porque él es uno de los tentáculos del poder dominante.

El neoliberalismo reina a pleno, pero avanzando hacia una derechización que pocos pudieron haber imaginado (quizás los nazis y los fascistas autóctonos, pueden haberse ilusionado con ello, en raptus de su locura ideológica).

Han llevado a los estados a una situación de simple reduccionismo y pérdida de todo poder. Porque para ellos, él es un ‘problema’. De allí que en sus discursos ligan al “populismo” con “estatismo”; poniendo el grito en el cielo, y culpando a los ‘populistas’ y a los ‘estatistas’ de todos los males. Cuando –está visto-, quienes vienen gobernando desde hace décadas son los neoliberales que no le encuentran solución a los problemas que ellos mismos se encargan de generar y alimentar.

En la política reciente argentina, se ha podido observar como aquella realidad (tibia, es verdad) por mejorar el bienestar ciudadano que encarnaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández durante 3 gobiernos continuados, fueron arrollados por las acciones de Mauricio Macri entre 2015 y 2019.

En apenas 4 años de gestión se encargó de agravar todos los problemas argentinos; de atar al país nuevamente al FMI; de destruir gran parte de la pequeña y mediana empresa; de empobrecer a los trabajadores y jubilados; y de beneficiar a una clase social inútil, parasitaria, explotadora de la que él, sus amigotes, sus funcionarios y familias, forman parte.

Lo hicieron con decisiones de todo tipo; incluso con persecuciones y armado de causas judiciales, contando para ello con el inestimable apoyo de los medios y un sector corrupto de la justicia. La excusa fue ‘la libertad de mercados’, presentados como la panacea, que –en verdad- ya viene fracasando en todo el mundo occidental.

Lo lamentable fue que tras ese nefasto período de 2015 a 2019, el gobierno del Frente de Todos, no ha estado (ni está) a la altura de las circunstancias. Apenas ha apelado a un intento de voluntarismo y discurso cuasi-pastoril evangélico ante el poder real y concreto económico-financiero que jamás de los jamases ha tenido corazón.

Este gobierno de Alberto Fernández funciona a la medida de lo que esos poderes hubieran deseado. Así de doloroso. Porque se ha encargado de legitimar una deuda externa ilegal y corrupta; no ha tocado al poder desestabilizador comunicacional; no avanzó para democratizar la justicia; y no cumplió con lo que los millones de ciudadanos votaron.

Si bajo esta tibieza y mediocridad de administración y gestión actual se esconde una defensa de la democracia, evidentemente estamos entendiendo a ella de manera muy diferente. Porque lo hecho por Macri y lo continuado por Fernández no es más que la consolidación de un proyecto de dominio económico-financiero donde el ciudadano podrá votar, pero sin poder resolver absolutamente nada.

Estamos ante un panorama sombrío, donde el acuerdo que Fernández firmó con el FMI es incumplible y deberá ser re-negociado. Y es allí donde se viene lo peor aún: las exigencias del sistema dominante (a través del FMI) reclamando “reformas estructurales”. O sea: ataque a los derechos de los trabajadores; más debilitamiento del estado; garantías de negocios para el gran capital financiero internacional; reformas fiscal, previsional, laboral y de inversiones...

“Los mercados” marcando el ritmo de la democracia...

Imaginemos lo que puede venir a futuro, si hoy ni siquiera el gobierno es capaz de poder controlar los precios; y la inflación se ha convertido en un azote para el grueso de una sociedad indefensa...

El ‘sálvese quien pueda’ está cada vez más a flor de piel. Y la clase política –sonriente- continúa escupiendo para arriba. Desde los medios se informa que se asiste a una verdadera “revolución en las comunicaciones”. Y mientras ello se explica de diferentes formas, el ciudadano es rehén de unas poquitas empresas que imponen el precio que desean (cautelar judicial mediante) a sus ‘servicios’, con un estado como mero observador (pero invirtiendo costosas pautas publicitarias...).

Una forma de saquear el bolsillo del ciudadano (indefenso), pero a la vez de impedir que el estado lleve adelante una política de regulación de la actividad comunicacional y los objetivos culturales que la Nación.

El terrorismo de estado de 1976-1983 garantizó que la empresa productora de papel de diario quede en manos de Clarín, La Nación y La Razón (luego absorbida por la primera).

De esa forma lograron garantizarse que los medios escritos se transformaran en cómplices de ellos (si antes no lo eran...), por una simple cuestión de subsistencia. Creció la concentración económica y ello alcanzó a tal actividad comunicacional.

Hoy Clarín y La Nación son el poder que marca la agenda de las clases dirigenciales argentinas; inclusive la política. Y para ellos, Cristina Fernández es la gran enemiga. Lo asumieron así desde hace años, y canallescamente actuaron en consonancia.

Hoy se regocijan con una condena de 6 años y su inhabilitación. Y en este sentido se deben tener en cuenta dos situaciones.

La primera, que ese odio está centrado en Cristina, pero es una advertencia, un aviso, una extorsión para todos aquellos que intenten enfrentar (aunque más no sea en forma tibia) a ese poder.

La segunda, que ella dejó en claro –tras conocer el esperado fallo condenatorio- que terminada su gestión como vicepresidenta, no se presentará a ningún cargo. No buscará fuero. Pero además, desarticuló cualquier maniobra proscriptiva que pudieran llevar adelante algún/na firmante de proyecto que pretendiera inhabilitarla para presentarse como candidata en 2023.

Frente a una clase política desesperada por conseguir un cargo, ella lo descarta. Frente a sectores dirigenciales que se sentirían tentados y ansiosos con poseguir “fueros”, ella lo deshecha. Frente a oportunistas que por su paso por el estado están ‘sospechados’ (o más) y ambicionarían protección, ella se muestra desafiante.

Lo hace a sabiendas que está rodeada por una clase dirigencial que ya busca sombra dónde protegerse; que negocia a sus espaldas; inclusive que tratan de ubicar el mejor tirante por el cual alejarse...

El sistema dominante ha logrado generar una clase dirigencial mediocre, incapaz, irresolutiva, sin ideas, pero fundamentalmente, carente de lealtad. Lo sufren todas las fuerzas políticas; no es una ‘exclusividad’ del peronismo, como la prensa dominante pretende hacer creer.

Lo que sucede es que esa clase que le sirve al poder dominante es tratada de forma diferente: es entendida como lo que es. Una clase sirviente de “los mercados”.

Ante esta realidad, Cristina no duda: Se fortalece en su honestidad, en su lealtad, en su peronismo, en su confrontación con determinados sectores del poder dominante.

De seguro que ella sabe que su familia, algunos amigos, unos pocos dirigentes políticos y millones de ciudadanos de todo el país, la acompañan y no la dejarán sola. Porque su mensaje es el de no traicionar, no abandonar, no perder los sueños de construir una patria más justa, más libre y más soberana.

PD: Tras conocer su condena, Cristina dejó en claro en su mensaje que:

  • Que “se trata de un Estado paralelo operado por una mafia”
  • Que “no fue condenada por las Leyes de la Constitución sino por un Sistema”
  • Que “nunca va a ser una mascota del poder ni de Magnetto” (dueño de Clarín)
  • Que “el poder fáctico no acepta que le regulen los precios del celular, de Internet, de las prepagas”
  • Que “no aceptan que le fijen ningún precio”
  • Que “a los que tomaron la deuda con el FMI no los condenan”
  • Que “fue perseguida por no aceptar la fusión de Clarín con Telecom y que tampoco había estado de acuerdo con la que se había aprobado entre Cablevisión y Multicanal”
  • Que “el poder económico arma las causas para disciplinar a los políticos”
  • Que “lo principal de la condena es la inhabilitación perpetua a ejercer cargos públicos, porque esa es la manera de disciplinar a los liderazgos políticos que no se le someten”.

En otras palabras: que la condena excede ‘lo personal’ y es una condena hacia el peronismo. Ese peronismo que para tratar de diferenciarlo del ‘otro’, del domesticado, del asociado al neoliberalismo, del negociador con Juntos por el Cambio, el sistema lo denomina (como si fuera un término descalificativo y despectivo) “kirchnerismo”.