MILANO-ITALIA  (PrensaMare)  La actitud del mandatario de El Salvador, Navib Bukele, ha contado con el inmediato respaldo silencioso de las potencias occidentales.

Ingresó acompañado por fuerzas militares al recinto legislativo y extorsionó a los representantes de la ciudadanía, invocando su autoridad y el “derecho divino” (¿?).

Bukele afirmó que los diputados que no acudieron a una convocatoria extraordinaria hecha por el Consejo de Ministros incurrían en desacato, y que los extorsionó dándoles una semana para aprobar la negociación de un crédito para seguridad.

El presidente invocó el artículo 167 de la Constitución para convocar a través del Consejo de Ministros a una sesión extraordinaria de la Asamblea. La Asamblea aprobó un informe donde demostró la improcedencia de tal llamado (al considerarlo una violación de la separación de poderes del Estado). Bukele afirmó que si los diputados no acudían incurrían en desacato y el pueblo podría ampararse en el artículo 87 para iniciar una insurrección ciudadana (¡).

Más tarde, Bukele afirmó en la puerta del Parlamento que "Dios" le había recomendado paciencia y esperar a las elecciones legislativas y municipales de 2021 para sacar a "los sinvergüenzas" de sus cargos.

A la incomprensible actitud autoritaria de un mandatario en plena democracia, se agregó la persecución política sufrida durante el fin de semana por diputados de diversas facciones y su familia, que recibieron visitas de intimidación y acoso.

Todo perfectamente planificado, porque los diputados se niegan a aprobar casi 30 millones de dólares para un sistema de videovigilancia que presuntamente instalará una compañía mexicana de seguridad que le pagó un viaje en jet privado al viceministro de Seguridad Osiris Luna.