Vie. 26. Jul 2024, Santa Fe - Argentina
Opinión

GOBIERNO ARGENTINO NS / NC (NO SABE / NO CONTESTA) (Rodolfo O. Gianfelici)

GOBIERNO ARGENTINO NS / NC (NO SABE / NO CONTESTA) (Rodolfo O. Gianfelici)

SANTA FE-ARGENTINA (por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare)  En su momento supimos manifestar que la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía era un verdadero manotazo de ahogado de un presidente que deambula dentro de una pasmosa mediocridad e irresolución.

Posiblemente desde una postura socialdemócrata, socialcristiana, neo-progre o como se la denomine, la actual gestión de Alberto Fernández sea aceptable. Pero desde la consideración de los millones de peronistas (y cercanos) que le dieron el voto y confiaron, evidentemente no. Tanto fue así que en las legislativas del 2021, cientos de miles ni siquiera se acercaron a votar (y ratificar con su voto la confianza en el gobierno).

Tras la renuncia irresponsable del Ministro de Economía, Martín Guzmán –que sorprendió hasta al propio presidente-, el gobierno comenzó a transitar su peor momento, acorralado por la inflación y el descontento popular.

Massa llegó como ‘bombero’, pero recurriendo a las mismas medidas que hasta el momento han sumado fracaso tras fracaso. Recibió el apoyo del establishment, pero a mediados de noviembre (al cumplir 100 días de gestión), se le terminó ‘el oxígeno’.

Argentina ya está ataca por décadas al FMI; acordó con deudores privados y con el Club de París... por lo que ahora el gobierno está preso de sus acciones y errores y depende de las corridas cambiarias desestabilizadoras que le puedan armar desde diferentes sectores del poder económico y financiero.

Que dentro del gobierno se manifiesten satisfechos e ilusionados porque la inflación de septiembre y de octubre apenas sobrepasó (en cada mes) el 6%, resulta gravísimo (e irresponsable?).

El gobierno –como en las encuestas-, “no sabe – no contesta”. Observa y trata de correr detrás de los problemas, imaginando que la buena voluntad podrá ‘encarrilar’ el poder de “los mercados”.

Los intentos por controlar los precios otorgándole diferentes nombres a irresolutos planes o programas, son la muestra del desconocimiento de quien manda y quien debe obedecer. De quienes tienen el poder real y quienes ejercen el poder formal.

Massa piensa en ordenar la macroeconomía (lo cual está bien), pero no puede y además la microeconomía está descontrolada. La coyuntura se devora con gran rapidez la poca credibilidad de Alberto Fernández y el ilusionismo en Massa.

Nadie esperaba del superministro ninguna solución mágica (que nadie la tiene).

Solo que la indiferencia con que los des-tratan las grandes cadenas de comecialización y los formadores de precios, dejan en claro que no le temen, ni les interesa. Para ellos solo cuenta el acumular más ganancias en el menor tiempo posible y con el menor de los riesgos. Para ello disponen de una herramientan poderosísima: la inflación.

Massa tiene la misión de conseguir divisas para pagar a los acreedores; esa es la tarea que le reconocen los grupos de poder. Y posiblemente él esté convencido que con ello alcanza, para “ordenar” (¿?) la economía. Algo tan erróneo y elemental como lo puede plantear cualquier economista neoliberal de cualquier partido político.

Esta lucha (por el “orden económico” y el obtener divisas) parece ser el principal y único objetivo de lo que resta de gestión para el presidente y su superministro. Mientras tanto el país avanza hacia las elecciones presidenciales del 2023, con una oposición neoliberal y derechista cada vez más violenta verbalmente y confrontativa.

Una oposición liderada por Juntos por el Cambio encolumnada con lo más ultraderechista y reaccionario de las derechas mundiales, sin importarles en absoluto las mayorías populares. Acción a la que se ha sumado escandalosamente la mismísima Corte Suprema de Justicia, con el ambicioso intratable, Horacio Rosatti.

Aprovechando todos –además- la inexistencia de política generada desde el gobierno.

Solo Cristina Fernández aparece intentando ofrecer un rumbo, en medio de agitadísimas aguas, donde los gobernadores –preocupadísimos por sus territorios-, imaginan salvaciones individuales.

El Frente de Todos, por lo menos desde el sector que lidera la vicepresidenta, apuesta por mantener la unidad y encontrar respuestas de manera urgente a la problemática social y económica. Ocurre mientras otros que integran el mismo espacio, se ilusionan con el rupturismo y con seguir coqueteando con algunos dirigentes de Juntos por el Cambio.

Es cierto que el solo pensar que en el 2023 pueda volver Mauricio Macri y su banda (o herederos), aterra. Pero ello solo no alcanza para salir a dar pelea electoral.

Son varias (de sus propios allegados) quienes avisan que es inútil de remarcar la tragedia que significaría un retorno macrista.

Frente a esta realidad, resulta difícil para el Frente de Todos encarar con alguna esperanza las elecciones del 2023. El problema está en que esta desilusión generalizada de sectores populares los llevará a terminar apoyando, votando a los verdugos ya conocidos (de 2015-2019).

Los mismos que semana a semana endurecen el discurso y prometen políticas durísimas si vuelven al gobierno.

El gran problema del Frente de Todos es que no genera política; que reacciona ante los problemas en forma tardía y sin demostrar capacidad de resolución. No alcanza con el voluntarismo simil pastor evengélico del presidente Alberto Fernández. Ha quedado demostrado que su incapacidad ha llevado al gobierno a esta situación.

Mientras que desde los sectores cercanos a la vicepresidenta, apenas apelan a la queja interna sin creer en la participación y movilización política y popular.

Desde el oficialismo no existen propuestas de poder; apenas se tratan de tibias manifestaciones de un fracasado reformismo que ya mostraron los “coordinadores” radicales, los “renovadores” peronistas, y los peronistas de la última etapa de la gestión de Cristina en 2015.

Creer que si Massa logra “controlar” la inflación, bajándola a un 3 o 4% mensual, con ello alcanzará para ganar la presidencia en el 2023, es poco menos que delirante. Es cierto que con ese panorama los grupos de poder sentirían que el peronimo se ha “modernizado” y hasta “abuenado”, y podrían considerar conveniente que el mismo tinte político continúe gobernando (para así seguir condicionándolo en el futuro).

Pero es un riesgo grande (para el peronismo). Porque estaría perdiendo su razón de ser, e existir, de cumplir con ser “el hecho maldito del estado burgués”.

Por otra, el poder comunicacional es anti-peronista, anti-trabajadores, anti-nacional y anti-popular. De allí que harán todo lo posible (e imposible) para evitar que el peronismo (de cualquier color y pelaje) puede repetir en el 2023.

Se sabe que Massa y su peronismo es confiable para importantes grupos de poder, particularmente para el encolumnado con los intereses de Washington. En ese sentido, el propio Massa deberá dar pruebas irrefutables de su confiabilidad:

·         Romper con su relación con Cristina Fernández

·         Derechizar el gobierno

·         Alineamiento ideológico sin titubeos ni dudas con Washington

·         Alejamiento de la relación con Rusia

·         Alejamiento y freno a cualquier avance de relaciones con China

·         Reforma laboral

·         Reforma previsional

·         Reforma financiera...

O sea: Todo lo que ya le garantizan macrista, aristas y radicales desde Juntos por el Cambio.

Todo lo cual no hace más que presentar un panorama sombrío y desalentador para el país y sus habitantes. Todo está dominado por la economía, que ha logrado sepultar (por la incapacidad de la clase política en general) la misma política.