SANTA FE-ARGENTINA (archivo de PrensaMare) Recientemente, a los 91 años murió la histórica cantante brasileña Elza Soares.
Una mujer nacida en la extrema pobreza; habitante en una favela carioca –en Vila Vintém-; que se vio obligada a casar a los 12 años, con el hombre que la violaba.
Fue madre con apenas 13 años, con una familia que se había desentendido de ella ante el vecino violador. Con el mismo fueron padres de cuatro hijos, de los cuales dos murieron de hambre.
En búsqueda de una ‘salvación’, se presentó a un concurso radial que conducía Ary Barroso. Su presencia –en la forma en que vestía- provocó risas en el público y hasta la burla del propio conductor.
Tras ello comenzó a cantar en clubes nocturnos de Copacabana; con 21 años y sus hijos que debía mantener, quedó viuda y grabó su primer disco (era 1960).
Ese disco se llamó: Se acasso se voce chegasse; en 1961 llegó el segundo: Bossa Negra. Se trató de discos de samba y lentamente su popularidad comenzó a crecer. Durante el Mundial de Chile 1962 ella estaba actuando y conoció al gran Garrincha (número 7, puntero derecho endiablado de la selección brasileña).
Él fue el mejor jugador del torneo. Una expulsión le iba a privar de jugar un importante encuentro y fue allí que el mismísimo presidente brasileño habló telefónicamente con autoridades de la FIFA, y le levantaron la suspensión. Brasil repitió el logro mundialista (logrado en 1958 en Suecia).
Ese conocerse de Elza y Garrincha (en la foto), impactó a mabos que provenían de la extrema pobreza y se encontraban reconocidos y apoyados por los sectores populares. El tema era que Garrincha estaba casado y era padre de siete hijos; pero no dudó: dejó la familia. Un hecho que le costó a ella, a la que acusaron de haber roto una familia.
Vivieron juntos casi dos décadas, pero con situaciones extremas. Porque Garrincha era alcohólico; se volvía violento y la golpeaba; fueron padres de Garrinchina; debieron irse a Italia porque Elza fue ‘señalada’ por la dictadura brasileña.
Le ametrallaron la vivienda, esa donde tenían un patio con techo y paredes enrejadas, porque a él le encantaban los pájaros. Vivieron un tiempo –exiliados- en Italia (donde los ayudó el gran Chico Buarque). En un accidente de autos murió Garrinchinha, en Portugal; él continuó con el alcohol, ella con las drogas. Se separaron en 1976.
Ella tuvo varios intentos de suicidios. Logró sobreponerse y sacando fuerza quien sabe de dónde, lentamente encontró que su voz se transformara en la explosión de letras con mensajes contra la discriminación racista y sexual.
Se le acercaron desde diferentes sectores del arte; grabó comprometidos discos. Se convirtió en una referencia de la resistencia social.
La causalidad hizo que falleciera el 20 de enero de 2022. Un día similar, el 20 de enero de 1983, a los 49 años, había muerto él, en la extrema pobreza, de “congestión pulmonar, pancreatitis y pericarditis”. Fue velado en el Estadio Maracaná, y una multitud acompañó el cortejo con decenas de miles de personas. Porque el pueblo brasileño, ese que no conocía de inventos mediáticos ni de protecciones dictatoriales, consideraba que su máximo ídolo era él.
Vinicius de Moraes lo homenajeó con su: “El ángel de las piernas checas”, y el uruguayo Alfredo Zitarrosa, con el simplemente: “Garrincha”.
Seguramente en algún lugar del cielo él y ella se estarán encontrando.