SANTA FE-ARGENTINA (por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare) Pocas semanas después que el neoliberal Emmanuel Macron lograra su reelección en segunda vuelta, llegó a la elección legislativa, donde quedó empatado por la fuerza de Francia Insumisa, liderada por Jean-Luc Mélenchon.
Los medios del mundo hablaron de un “triunfo de la izquierda”, de “la victoria de la izquierda radical”, de “un cambio importante en el país”.
Lo cierto es que la fuerza triunfadora fue el oficialismo de Macron (¡Juntos) con el 25,75%; segunda la alianza entre partidos de izquierda (Nupes: Nueva Unión Popular Ecológica y Social), muy cerca con el 25,66% conducida por Mélenchon; y tercera, la ultraderecha de Marine Le Pen (RN o Agrupación Nacional) con un 18,68%.
Partamos que se asistió a una abstención récord desde 1958: 52,49%; demostración palpable del desinterés ciudadano (o del desprestigio de la clase política francesa).
En esta primera vuelta, el oficialismo ha quedado debilitado; ello no lo puede negar nadie. Pero ello no significa que en la segunda vuelta (el domingo) no puedan ganar y quedarse con la mayoría de los escaños de la AN (Asamblea Nacional). Es verdad que Macron –en estas legislativas- ha perdido un 7% de votos respecto a la anterior elección (2017); pero nada es definitivo.
Para entender...
El sistema francés, debe saberse que para poseer mayoría absoluta legislativa, se necesitan 289 escaños. Y de acuerdo a los recientes resultados, Macron tendría una base mínima asegurada de 275 (y un techo de 305).
La importancia de tener mayoría absoluta es que ello otorga la posibilidad de designar el primer ministro.
En tal sentido, Mélenchon (si repitiera el reciente resultado) poseería 180 diputados (como mínimo) a 210 (como máximo). Lo cual transformaría dicha fuerza en la primera fuerza opositora. Un dato importante si se tiene en cuenta el nivel de divisionismo, disputas y confrontaciones que ha llevado a la izquierda a dispersarse y perder fuerza concreta.
Por su lado la ultraderecha oscilaría entre 10 y 25 legisladores.
El objetivo del macronismo, y del establishment es que el oficialismo consiga mayoría absoluta y con ello continuar imponiendo sus políticas “de reformas”. Expresión que por cierto esconde un retroceso y abandono de amplios sectores sociales franceses. Porque por “reforma” el neoliberalismo entiende más avance de sus ideas y ‘de los mercados’, sin importar los graves perjuicios sociales que produce el programa de Macron.
En los 5 años que han pasado de presidencia de Macron, éste dispuso de mayoría e hizo lo que quiso. Ahora van por más “reformas”, particularmente la de las pensiones.
Lo hecho, hecho está y nada cambiará; ni siquiera si la centroizquierda lograra la mayoría y pudiera imponer a Mélenchon como premier. A lo sumo –si ello ocurriera- se asistiría a una necesaria ‘coexistencia pacífica’ entre ambos (Macron y Mélenchon). Una suerte de gobierno ‘empatado técnicamente’ (como sucedió entre 1997 y 2002 con el presidente Jacques Chirac –derechista- y el primer ministro Lionel Jospin –socialista-).
Teniendo en cuenta esta posible realidad, cabe preguntarse: de dónde surge la alegría de algunos analistas sobre el reciente resultado...
Lo cierto es que el electorado francés puede que estén cansados de votar, pero lo realmente preocupante (para ellos) es que el abstencionismo mayor se produce entre los trabajadores y los jóvenes. Justamente los sectores más desprotegidos de la sociedad ante las políticas de Macron.
Por el contrario, quienes si se continúan movilizando y votando son quienes poseen mayor nivel educativo y especialmente adquisitivo. Porque de esa forma defienden sus intereses que están representados por quienes ejercen el poder (hoy, Macron).
Esto deja expuesto que no se producirá ningún cambió de escenario.
Posiblemente Jean-Luc Mélenchon sea honesto y tenga buenas intensiones. Que haya logrado la confluencia de ecologistas, socialistas, radicales y comunistas, es importante. Pero evidentemente no alcanza.
Los resultados cercanos, entre 2017 y 2022 en Francia resultan paradójicos. Porque por un lado eligen a un neoliberal (Macron) como presidente; le dieron la oportunidad a una ultraderechista (Marine Le Pen) para que llegara a la segunda vuelta; y ahora en junio posibilitan un resurgir de lo que llaman “la izquierda”, en las legislativas.
Habría que preguntarse cual es la verdadera Francia; y al final se debe concluir que más allá de los cambios, de las abstenciones, de los discursos y de las buenas ambiciones, la línea rectora de esta potencia europea es la de acompañar a EEUU en su geopolítica; la de continuar con sus acciones colonialistas en Africa; la de participar de la OTAN para invadir y destruir países; la de alentar la crisis de Ucrania.
Los franceses gustan de la doble moral; del doble discurso. Un neoliberal los contenta, pero tratan de disimularlo; de allí los votos logrados por Mélenchon.
Por ello la pregunta: De qué triunfo de la izquierda se habla...?