SANTA FE-ARGENTINA (por Rodolfo O. Gianfelici, PrensaMare) Mientras Alberto Fernández daba a conocer su primer discurso presidencial, las cámaras televisivas iban mostrando imágenes, reacciones y presencias en el recinto legislativo.
Según lo que expresaba el expositor, había silencios, aplausos y hasta puesta de pie. Sin embargo hubo hechos incontrastables que causaban vergüenza ajena.
Ocurrió en reiterdas oportunidades en que las afirmaciones o promesas de Fernández arrancaban aplausos. Fue cuando se refirió a atender a los jubilados, a defender una justicia independiente, a revalorizar el trabajo, a tener independencia en las decisiones, en reactivar la industria, entre otras afirmaciones. Allí se pudo observar a quienes aplaudían, asintiendo, respaldando sus dichos. Pero también se observaban las caras sería, tensas, enojadas y sin aplausos de los opositores, que se opusieron y se siguen oponiendo a ello.
Para este sector, que a partir de ahora se autocalifica de “oposición constructiva” (¿?), lo afirmado por el nuevo mandatario es contrario a sus acciones, sus pensamientos y sus deseos.
No es poca cosa. Con sus lamentables caras tristes y sus no-aplausos demostraron contundentemente que estuvieron y esán a favor de una justicia cooptada (por ellos); el empobrecimiento de los jubilados y los trabajadores; el manejo discrecional (por ellos) de los fondos reservados; la participación activa de agencias de espionajes en la justicia y la política; la destrucción de la industria nacional y el sostenimiento de la patria financiera…
Actitudes que, en un día de festividad democrática causaba vergüenza ajena.
Mientras tanto, Fernández dio algunas ideas de lo que piensa o intentará hacer. Las ambiciones son muchas y alentadoras; el tema es que el presente que se recibe y la actualidad regional y mundial no son alentadores. Igualmente, el peronismo ha dado muestras suficientes a lo largo de su corta historia de privilegiar y defender los intereses nacionales y populares.
Fernández leyó un discurso que ha sido esperanzador. Lo cual no es poco decir ante cuatro años de gestión de Mauricio Macri donde se impuso la tristeza, el desánimo, el imposibilismo, el desprecio, el descarte y el odio.
Entre las principales definiciones del martes 10 de diciembre de 2019, se pueden mencionar:
“Vamos a poner en marcha con tratamiento legislativo el Consejo Económico y Social para el Desarrollo. Será el órgano permanente para diseñar, consensuar y consagrar un conjunto de políticas de Estado para la próxima década. Le daremos rango legislativo y propondremos que sus máximas autoridades sean elegidas con acuerdo parlamentario, por un período de gestión que trascienda nuestro mandato".
Una propuesta para atender la gravísima situación social del país, que pretende convertirla en cuestión de Estado.
"Pretendemos que en este ámbito plural se diseñen los grandes pilares institucionales y productivos de mediano y largo plazo -sin discusiones coyunturales-, rumbo a un desarrollo humano integral e inclusivo… Estaremos de acuerdo en que llegamos a esta situación porque se aplicaron muy malas políticas económicas. Fueron determinantes para que el pueblo argentino las descalificara en las últimas elecciones. En vista a ese mandato, vamos a impulsar un conjunto de medidas políticas y sociales para revertir el rumbo estructural de atraso. Vamos a convocar a trabajadores, empresarios y representantes del campo para la puesta en marcha de acuerdos básicos de solidaridad en la emergencia, para encender los motores de nuestras económica”.
Fernández está convencido de la necesidad de instaurar un nuevo pacto social. Un hecho destacado, pero que posiblemente choque con la indiferencia de importantes sectores del poder argentino.
“Lanzaremos un plan de seguridad alimentaria, en un país donde somos productores de alimentos. Uno de cada dos niños y niñas es pobre. Sin pan la vida se padece. Sin pan, no hay democracia ni libertad. Por eso, la primera reunión será para lanzar el plan integral Argentina contra el hambre y comenzaremos la acción que ponga fin a este presente penoso. Allí todo nuestro gabinete y la participación de la sociedad civil podrán fin a esta situación penosa”.
Con dicha expresión muestra cuál es el tema principalísimo del inicio de su gestión. Una decisión que necesita –más allá de las buenas intenciones-, de decisiones claras que superen las limitaciones del voluntarismo (que conduce al fracaso).
“La economía popular y sus movimientos organizados, el cooperativismo y la agricultura familiar serán actores centrales de estas políticas públicas".
Ideas importantes a las que se le debería haber agregado el de la necesaria defensa y apuesta de la regionalización productiva, respaldada desde el Estado. Esta política es la única que puede garantizar precios razonables, consumo garantizado, provisión en tiempo y forma, y ruptura de la maraña construída por 5 o 6 multinacionales que controlan la producción, distribución, previos y abastecimiento de miles de productos de consumo popular en todo el país.
“La inflación es la más alta de los últimos 28 años. Desde 1991 la Argentina no tenía inflación superior al 50 por ciento. La tasa de desocupación es la más alta desde 2006. El dólar pasó de 9,70 a 63 pesos en sólo cuatro años. La Argentina no para de achicar su economía. El PIB per cápita es el más bajo desde 2009. La pobreza está en los valores más altos desde 2008; retrocedimos más de 10 años en la lucha por reducirla. La indigencia es la más alta desde 2010. La deuda pública en relación al Producto es la más alta desde 2004, retrocedimos 13 años. El PIB industrial es el de 2006 y el empleo industrial registrado, el de 2007, con la cantidad de empresas más baja desde 2009. Cerraron 20 mil empresas, 4200 industriales, y el empleo industrial registrado lleva 44 meses consecutivos de destrucción”.
El balance de lo dejado por la alianza Cambiemos ha sido catastrófico. Es bueno recordarlo, pero se necesitan políticas rápidas que privilegien la pequeña y mediana empresa.
En ese sentido ha agregado: “El endeudamiento de las pymes tiene proporciones dramáticas. La capacidad ociosa de nuestras fábricas, industrias y comercios constituye un despilfarro de energías productivas. Queremos un Estado presente, constructor de justicia social, que le de aire también a las economías familiares. Por eso vamos a implementar un sistema masivo de créditos no bancarios que brinde préstamos a tasas bajas”.
La sola expresión de aspirar a un Estado presente ya constituye un elemento de importancia, para revertir la imposición macrista de un Estado bobo, que sería a los intereses de un grupúzculo.
“La cultura del trabajo se consigue con trabajos formales, con todos los beneficios de la seguridad social. Por eso, tomaremos acciones para que todos los beneficiarios de planes sociales puedan insertarse en el mundo laboral y cobrar por su trabajo… Hoy el desempleo afecta al 30 por ciento de los jóvenes y es todavía más alto en las mujeres jóvenes. Hay 1,2 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. Debemos garantizar el derecho al primer empleo a través de becas solventadas por el Estado para que se capaciten”.
También afirmó que: “El empleo registrado tiene el nivel de 2007. Se perdieron 152.000 empleos registrados y van 44 meses de destrucción de empleos en la industria”.
Hechos que sólo pueden revertirse con políticas de Estado.
Frente a un presupuesto dejado por el macrismo, afirmó: “He decidido que no le daremos tratamiento parlamentario al Presupuesto presentado por el anterior gobierno para el 2020. Sus números no reflejan la realidad de la macroeconomía en general, ni las realidades sociales ni los compromisos de deuda asumidos… Un presupuesto sólo puede ser proyectado cuando la negociación de nuestra deuda haya sido completada y se hayan puesto en marcha un conjunto de política sociales y económicas que nos permita salir de la crisis”.
Decisión de importancia, aunque deja abierto el interrogante de si el presidente tiene urgencia o no por la re-negociación de la deuda contraída por Macri. En este sentido, desde el poder sistémico y desde los medios hegemónicos de comunicación han coincidido en la urgencia por resolver dicho tema.
“Necesitamos aliviar la carga de la deuda para poder cambiar la realidad. La Nación está endeudada con un manto de inestabilidad que deja al pais rehén de los mercados internacionales… Vamos a encarar un proceso de renegociación de la deuda. El país no puede pagar si no crece. Buscaremos una relación constructiva con el Fondo Monetario Internacional y con nuestros acreedores. Resolver el problema de una deuda insostenible que hoy tiene la Argentina no es una cuestión de ganar disputas”.
Sus palabras tratan de ser tranquilizadoras hacia adentro y hacia afuera. El tema estará en saber si esa tranquilidad se transforma en una defensa férrea de los intereses nacionales, o en una simple declamación, para terminar pagando la fiesta de otros.
"El plan económico debe ser propio e implementado por nosotros. No dictado por nadie de afuera con remanidas recetas que ya han fracasado. La Argentina requiere de un programa que le permita crecer e incluya. Una Argentina con incentivos para producir y no para especular. Un proyecto de visión nacional de desarrollo en el cual la agroindustria, la industria manufacturera, los servicios basados en el conocimiento, las pymes, las economías familiares y el conjunto de actividades productivas sean capaces de agregar valor a nuestras materias primas para crear un robusto mercado interno".
Pareciera que esta definición es una toma de distancia del FMI…
A partir de hoy ya no existen más excusas. El peronismo históricamente no habla de “herencia recibida”. Resuelve los problemas; el gobierno de Alberto Fernández ya hizo su presentación, habrá que verlo dentro de la cancha. Mientras tanto, el tema redistribución de la riqueza, debe haber quedado para un discurso venidero...