Mar. 19. Mar 2024, Santa Fe - Argentina
Notas

EL TRUMPONISMO Y SU PROPIO LABERINTO

EL TRUMPONISMO Y SU PROPIO LABERINTO

CIUDAD DE BUENOS AIRES-ARGENTINA  (PrensaMare)  El paso de los años de la administración de Donald Trump va dejando un muestrario de fallas que resultan impensadas para muchos de los que han estacdo dentro o cerca de la Casa Blanca en las últimas décadas.

Quienes lo criticaban porque prometió un kilométrico muro con México, ahora le cuestionan que ni siquiera pudo cumplir esa amenaza-promesa. Inclusive luego de atacar duramente al presidente Andrés Manuel López Obrador, en el 2020, lo halaga.

Ello se trata –para los analistas- el camino erráticó de la política exterior de la Administración Trump. Un personaje que –al parecer- actúa según su ideario electoralista.

Ahí está el caso de Venezuela, a la que ha atacado como pocos, y sin embargo han pasado los meses y se le han agotado toda la batería de maniobras golpistas y desestabilizadoras, quedando expuesto ante el mundo.

Y ni qué hablar de su relación con Cuba, donde ha mantenido una posición clara, anti-dialoguista y contraria a todo lo quer construyeron Barack Obama y el papa Francisco. Ha endurecido el cerco y muestra su faz más fascistoide, que hasta es cuestionada por sus amigos europeos.

Los que conocen profundamente la política exterior estadounidense –desde bien adentro- son contundentes al sostener que Trump carece de una estrategia para América Latina.

Trump habló de democracia y apoyó el golpe de Estado en Bolivia, y ha tratado de derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela. Habla de los derechos humanos y refuerza las acciones contra Cuba, mientras respalda las represiones y crímenes en Colombia y Chile. Aplica sanciones a China acusándola de no respetar el libre comercio, y a la vez eleva aranceles a las importaciones de países latinoamericanos.

Trump ha usado los temas fronteras afuera –particularmente del continente americano- casi como el único sustento de su visión electoralista doméstica.

Mientras el mundo va sufriendo importantes y constantes tranformaciones, Trump aparece atado al garrote, como única propuesta.

Ocurre que en su necesidad de ser el único que hacer y deshace, el mandatario ha permitido que las internas crezcan y prevalezcan por sobre las acciones. Una de esas disputas ha sido la del mismísimo Departamento de Estado con el Consejo de Seguridad Nacional.

Es así que esa pelea, rompió un histórico equilibrio entre los departamentos. Así, la diplomacia, que es la encargada de la visión a largo plazo, y la Casa Blanca (que es coyuntural) empantanaron su gestión.

Habiéndose llegado a un momento sin precedentes cuando la diplomacia (argumentando el escándalo de Trump con Ucrania), tuvo al Partido Demócrata como aliado y le inició el impeachment o proceso de destitución.

Jamás en la historia del país la poderosa burocracia diplomática se rebeló contra su mandatario. Con Trump lo hizo, buscando derrocarlo

Ello fue porque el presidente les dio pie, al anteponer sus intereses personales electoralistas (su reelección), por sobre el interés nacional.

Que se haya marchado en agosto de 2019 Kimberly Breier, ha sido un síntoma de la gravedad institucional reinante. Se trató de un portazo de la mismísima subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental.

Su salida dejó sin funcionaria a la más alta oficina diplomática de relaciones con Latinoamérica.

Este hecho ocurrió en el área bajo conducción del cuestionadísmo Mike Pompeo.

Lo tradicional en la política estadounidense al exterior ha sido –por décadas- la coherencia; aún a sabiendas de la existencia de diferentes posiciones para un mismo tema. Pero con Trump se agigantó e instaló la doble posición. Una la oficial, y la otra la no oficial. Lo cual no hizo otra cosa que debilitar al país ante el mundo a nivel diplomático (y político).

Ello sucede porque el mandatario alienta ese mecanismo. Porqué él desconfía de lo que considera los políticos y la diplomacia tradicional. Sin darse cuenta que justamente, ese “tradicionalismo” es el que ha garantizado que su país sea un imperio.

Trump está convencido que es su personalidad la que le permitirá encarar y resolver favorablemente todos los problemas fronteras afueras. Actúa en consonancia; creyendo que es infalible. Lo que ha ido llevándolo a un aislamiento en supaís y en el exterior.

No es necesario hacerse eco de los ‘estutios’ o ‘análisis de opinión’ que tales o cuales empresas pueden aportar respecto a la imagen del mandatario en el exterior. Porque ello dependede quién sea el contratante y qué resultado desee conocer e instalar en el mundo. Pero en el caso de Trump, el rechazo a su persona y a sus acciones posiblemente no tenga antecedentes fuera de EEUU.

Hasta el momento –marzo de 2020- el peor de sus fracasos ha sido la política para con Venezuela. Demonizó a su gobierno democrático y a Maduro, a la vez que inventó un (supuesto) mandatario alternativo. Fue el primero que lo reconoció a Juan Guaidó, y logró que medio centenar de países le dieran el reconocimiento.

Pero el tiempo transcurrido demostró que Guaidó es apenas un títere washingtoniano, que con el paso de los meses ha quedado envuelto en gravísimos hechos de corrupción, junto a decenas de estadounidenses. Y para peor dicho “presidente interino” no fue capaz de lograr la reelección en la Asamblea Nacional, y terminó haciendo funcionar un (cómico) parlamento paralelo en el interior de un… diario opositor caraqueño

Inclusive ese intervencionismo y ese servilismo de Guaidó llevó a que la oposición venezolana se partiera y debilitara. Mientras Trump bravuconeaba ante los medios, su Consejero de Seguridad John Bolton apostaba po el intervencionismo militar en Venezuela, y el Secretario de Estado, Mike Pompeo (y el enviado especial Elliot Abrams), se mostraban tratanto de  impulsar una acción desestabilizadora multilateral junto a algunos deiplomáticos.

Lo concreto es que, llegándose a finales de marzo de 2020, Guaidó ha comenzado a caer en desgracia (será descartable?... Pobre de él) y la única responsabilidad recae en la suma de desaciertos trumponistas.