Mar. 19. Mar 2024, Santa Fe - Argentina
Opinión

EL DOCUMENTAL: ¿RAZONAMIENTO O PASIÓN? (Ricardo Preve)

EL DOCUMENTAL: ¿RAZONAMIENTO O PASIÓN? (Ricardo Preve)

CARLOTTEVILLE-EEUU  (por Ricardo Preve)  El filósofo inglés J.L. Austin escribió: “En vino, posiblemente, veritas, pero en un sim-posio de abstemios, verum.” Con esta frase Austin (1911 – 1960) opinaba que la sobria reflexión de un grupo de pensantes racionales tenía mayor mérito que las reacciones emotivas que podrían generarse con una pasión momentánea.

Austin presentaba su tesis como contrapeso al concepto del simposio de los antiguos griegos, nacido en los cuentos de Platón y Jenofonte, y retomado en las poesías de Teognis de Mégara. El simposio como bacanal de placeres (que incluían el sexo, la música y el vino), solicitaba y legitimaba reflexiones nacidas de las pasiones del mo-mento, en vez que de un sereno razonamiento.

He aquí entonces el contraste entre dos grandes filosofías, que se podrían aplicar también a la estructura narrativa del documental.

¿Cómo debemos contar una historia en un documental? ¿Cómo un frío debate entre teorías contrapuestas, o cómo una pugna de pasiones? ¿Y qué rol debe tener el direc-tor en el documental? ¿Debe ser un sobrio e imparcial presentador que describe los hechos relevantes y deja al espectador el arbitrio de un juicio personal, o un paladín de una causa que toma una bandera y carga las trincheras del enemigo ideológico?

Estamos frente a un tema que en mi opinión no está del todo resuelto en esta … ¿pro-fesión? ¿oficio? ¿arte? … que me consume desde hace ya mas de 20 años.

Todos sabemos que en las últimas décadas el documental ha cambiado mucho en su formato narrativo, y en la técnica con la que es presentado al público. Recuerdo en los años 70, cuando en el colegio secundario nos mostraban algún documental sobre, por ejemplo, los templos egipcios en la Nubia, el sopor inducido por las insípidas imáge-nes en blanco y negro, la voz monótona del relator en off y la ausencia de cualquier incertidumbre acerca de un desenlace narrativo. He dormido algunas de mis mejores siestas durante esas proyecciones.

Ciertamente en Argentina el documental tomó otro rumbo a partir de los 70. Los dramá-ticos eventos políticos que sucedieron en nuestro país a partir de esa década se vieron lógicamente reflejados en la mirada cinematográfica de los documentalistas argenti-nos. El documental como instrumento de combate ideológico asumió un rol muy claro en esa época.

Recuerdo la honda impresión que me causó “La Hora de los Hornos” (1968) de Fernando Solanas y Octavio Getino, fundadores, con otros, del concepto del cine de liberación. Quedó atrás el documental como aburrido instrumento didáctico, y nació el do-cumental como un camino para cambiar la realidad cotidiana.

No nos debería sorprender, sin embargo, si desde entonces quizás el público se haya cansado, hasta un cierto punto, de un discurso demasiado obvio por parte de nuestro oficio. El documental que pregona insistentemente un mensaje que el director quiere transmitir, puede terminar creando un efecto contraproducente.

Últimamente he estado pensando que, si el argumento presentado por un documental tiene una importancia implícita, y una legítima relevancia con los temas de nuestra so-ciedad, quizás la mejor forma de transmitir el mensaje sea con una mezcla de razona-miento y pasión.

Seguramente mi edad tenga algo que ver con esto. Pero me gusta pensar que no he perdido la pasión, como documentalista, por las causas justas pero olvidadas, si no que simplemente he aprendido a mezclarla con la razón para defender estas causas más efectivamente.

La primera temática que tomé como documentalista fue la del Mal de Chagas, sobre la que terminé haciendo 3 documentales.

El Chagas le plantea al documentalista un desafío muy particular: es, mayormente, una enfermedad que no presenta síntomas visibles. Y los que la sufren, en su mayoría personas muy pobres y originarias de ambientes rurales, no tienden a reclamar públi-camente por sus derechos como pacientes. El Chagas es una enfermedad sigilosa de gente callada.

Ante esta situación, la razón indicaría que es urgente concientizar a la sociedad acer-ca de la necesidad de mejorar la salud de nuestra población con mejor acceso a la vi-vienda, el trabajo y la educación. Estas son las claves para vencer al Mal de Chagas ya que este no es, en mi opinión, un problema médico, sino social y de desigualdad económica.

Pero una enumeración de temas de salud pública en un documental casi aseguraría que a nadie le vaya a interesar. A las razones hay que sumarles pasión.

La alternativa entonces es involucrar al espectador desde un punto de vista emotivo, y para ello nada mejor que contar con personajes que le den un fuerte significado hu-mano al documental.

Durante el rodaje del primero de mis tres documentales sobre el Chagas conocí a un inmigrante salvadoreño en los Estados Unidos. Lorenzo tenía Chagas y comencé a filmarlo en su vida cotidiana, mientras él intentaba conseguir ayuda médica a pesar de su condición de inmigrante indocumentado. Durante la filmación Lorenzo murió súbi-tamente, como a veces pasa con aquellos que tienen esta enfermedad. Este hecho nos golpeó duramente a todo el equipo de filmación, pero también nos permitió trans-mitir la urgencia de encontrar una solución al Chagas, que no hubiera sido posible con una fría enumeración de estadísticas.

En el último documental que hice sobre este tema, tuve la suerte de conocer a un gran médico argentino, el pediatra rural Dr. Gustavo “Galu” Farruggia. Galu ha sido un fé-rreo propulsor de la idea de llevar la pediatría desde los hospitales urbanos de Rosario a las comunidades rurales más aisladas en el Chaco. Muchas de estas comunidades sufren de Chagas, y el trabajo de Galu es tan emotivamente inspirador que la cadena internacional de noticias Al Jazeera decidió transmitir el documental con el patrocinio de Leo Messi. Fue ésta la primera vez que una emisora con alcance mundial presentó un programa acerca del Chagas, y ello no hubiera sido posible sin la emotividad que trasciende del trabajo de Galu, algo que no fue difícil de capturar con la cámara dada la energía positiva, el entusiasmo y la pasión de este médico argentino.

En estos documentales intentamos que la ciencia, y los conocimientos básicos acerca de porqué sucede esta enfermedad, y las consecuencias médicas que tiene, fueran explicadas al espectador no con una fría narración, sino con el testimonio visual de los personajes, que agregaron así un dramatismo y mucha pasión al relato.

Considero que el camino a seguir en la producción de documentales, no importa cuál sea su temática, debe ser por un lado el de estudiar y comprender los hechos y las ra-zones por las cuales las cosas suceden. Si no cumplimos con ese paso, estamos ha-ciendo ficción. Pero, por otro lado, una vez que tenemos un sólido conocimiento del tema que abordamos (lo cual a veces requiere meses, o incluso años de paciente in-vestigación), es necesario darle toda la pasión que se merecen las justas causas. Después de todo, eso es lo que nos llevó a muchos a elegir esta maravillosa profesión.

Al terminar un documental a veces me siento como que me estoy subiendo al Caronte, el barco de la mitología griega en la que se embarcaban las almas de los muertos para cruzar el río Ades. Se está terminando un largo recorrido y, al llegar a la otra orilla, ya nada quedará de mí ni de mi trabajo. Pero creo que la clave para que eso no suceda, y para que nuestro trabajo como documentalistas sea recordado de la misma forma de que aún hoy, a casi medio siglo de distancia, recuerdo “La Hora de los Hornos”, es mezclar la razón con la pasión en sus justas medidas, y dejar un legado que perdure en el tiempo.

Ricardo Preve es un director de cine argentino, radicado desde 1976 en EEUU.